domingo, 22 de marzo de 2015

Orden



" Sé regular y ordenado en tu vida, de modo que puedas ser violento y original en tu trabajo" - Flaubert-

    Sospecho de las rutinas. Me aburre la reiteración, la uniformidad, el tedio de la repetición incesante. 

     Me llamo al orden a veces, y consigo a temporadas ser un animal de costumbres, difuminarme en el gentío hasta parecer transparente.

       El éxito no me acompaña mucho; en seguida, se me ocurren cosas que harían que los demás abrieran, o cerraran los ojos.


JULIA

     Hubiera sido fácil matar entonces a Julia. Una bolita de movimientos torpes y abundante baba que tropezaba por toda la casa. Con un pequeño descuido cuando la llevaba en brazos habría sido suficiente. Decidí, sin embargo, que podía quedarse. He de reconocer que en el fondo me pudo la curiosidad de saber cómo iría evolucionando. Así pude, al pasar los años, comprobar que me perseguía a todos sitios, consideraba mi palabra ley, y no se atrevía a moverse mientras yo no lo indicara.

    Ella fue mi juguete. Me escuchaba embobada con esos ojos lacrimosos que siempre tuvo, y se dejaba guiar, fascinada por mi don de mando. Qué sensación de poder más deliciosa decidir por ella, corregir sus vicios, castigarla a veces cuando se portaba mal, fingirme enojada para que aumentara sus gestos cariñosos y su preocupación por mí. 

    No fue difícil conseguir que siempre estuviera a mi lado. Coarté a tiempo todos sus impulsos de independencia. Desde luego, era lo mejor para ella. Hubiera sido un fastidio tener que rescatarla si se fugaba con un cualquiera, alguien que no la supiera apreciar como yo.

     Pero Julia ya estaba vieja. A pesar de solo llevarle seis años, parecía que su cuerpo se regía por leyes diferentes al mío. Una debilidad pegajosa, una tristeza idiota se le había instalado en el semblante. Ya no quería acompañarme siempre, incluso a veces protestaba airadamente ante cualquier intento por mi parte de salir a hacer ejercicio. Dejó de disfrutar de las comidas y los viajes juntas. 

    Ha sido una suerte que todo esto haya pasado cuando ya no está mamá, ella no lo hubiera aprobado nunca. Jamás se cansó de repetirme, todos y cada uno de los días de su vida: " Cari, las hermanas tienen que llevarse bien; que yo no te vea hacerle nada a Julia"

domingo, 8 de marzo de 2015

Lejos del paraiso

     Eres tú quien nació bajo el indefectible sino del machismo. De quien se esperaba que ser madre y esposa fuera su única vocación. A quien se educó para ser poco menos que ciudadano de segunda clase, y ahora le toca lidiar con un sistema anticuado y demoledor.


     Eres tú quien tiene que trabajar el doble para no cobrar igual, quien tiene que elegir entre familia o trabajo, o quien se tiene que multiplicar hasta la extenuación para conciliarlos, y quien se frustra las más de las veces al no conseguirlo.

     Eres tú quien se pertrecha a diario para soportar chistes vejatorios, gritos desde detrás de un volante, miradas y gestos hostiles; a quien se le supone aguante titánico, sonrisa eterna y dotes de magia en todas sus vertientes.

     Eres tú, quien a veces, llevada por la corriente arrasadora del peso de la costumbre, emula esos modelos obsoletos con los que viviste a la vez que promulgas los cuatro vientos reivindicaciones sobre igualdad y sus políticas.

     Eres tú, como soy yo, la que tiene la llave de la educación y el ejemplo, la que debe recordar a los hijos donde está la línea que nos une y la que nos separa, donde se encuentra la armonía basada en el respeto hacia el otro, aunque sea distinto, y que la violencia jamás está justificada, que el diálogo es la forma de crecer, amar y vivir, no las imposiciones, coacciones o amenazas.

     Eres tú, como soy yo, la que merece que tu familia sea un equipo, donde cada miembro tiene el valor equivalente de trabajar por la felicidad conjunta, y no una estructura monárquica donde los reyes son de mejor calidad que sus súbditos.

   Eres tú, como soy yo, la que merece que la palabra respeto se nutra a diario con ejemplos y no haya excepciones.

    Es tu legado el que queda. Ese futuro que quieres se forja ahora, todos los días. Es tu momento, es el nuestro.

LOBA



     Se ha metido a rosca los pantalones más estrechos del armario. A pesar de llevar una semana a dieta el botón se sigue resistiendo a abrazar con suavidad el michelín de la cintura, hasta sin respirar. Quizá tendrá que sacar de donde no hay otra hora para ir al gimnasio.

    Un vistazo al reloj y al arrojarse a prisa por las escaleras comprueba, en que sus piernas no la obedecen del todo, que su cuerpo no ha terminado aún de despertar
.
    Ya delante del espejo, a sorbos de café, se ha puesto iluminador en las ojeras, base de maquillaje, delineador de ojos, tres colores de sombras de ojos. Rímel. Colorete. Perfilador. La barra de labios del color que mejor pega con la blusa. La pátina acuosa que aún le cubre los ojos no le ha permitido ver que le asoma un vello fuera de sitio en las cejas.

    Cuando desenchufa la plancha flota en el cuarto de baño un olor dulzón a suavizante y pelo caliente. Por último, consigue meter los pies con dificultad en esos zapatos de tacón tan alto que sabe dentro de unas horas aborrecerá haberse puesto.

    Cuando levanta el rostro para buscar el bolso ve a Daniel, que se ha bajado solo de la cama, se ha deslizado silenciosamente por la escalera con su pijama de nubes y su osito abrazado, y que ha estado observándola en silencio mientras terminaba de arreglarse. Aunque es un lunes sin colegio, como siempre, él ha madrugado, y con esos ojos de andar descubriendo el mundo que le otorgan sus escasos cuatro años, la mira fijamente y le pregunta...Mamá...¿Otra vez vas hoy a la guerra? Quieres que te preste mi pistola de rayos paralizadora?