domingo, 20 de diciembre de 2015

Las viejas armas

-En el mundo, ¿hay algo más que palabras?-


     Echo de menos la palabra. Esa, que enarbolada cual estandarte se mantenía inhiesta hasta el alarido final del aguerrido soldado que sostenía el pendón, esa por la que se invadían territorios, por la que se entregaban vidas, y que se codeaba hasta en las más inusitadas ocasiones con el honor. La misma que abría puertas, levantaba pasiones, enternecía corazones de hierro y arrancaba suspiros en el jergón.

     Echo de menos cuando era la palabra lo que comprometía los actos, a la que no se faltaba salvo en circunstancias extremas o demenciales. La que se pronunciaba justa, variada, serena y con conocimiento. La que se medía a veces en extremo para no tener que retractarse, la que se escogía con cuidadoso mimo para expresar con exactitud los pareceres. Y a la que sonaba a miel, a la que enaltecía las almas, a la curaba heridas y a la que desataba huracanes.

     Ahora, como blasón inequívoco de nuestra decadencia, la pisoteamos y ultrajamos, la tratamos como a cualquier puta. Leguleyos infames, la despellejamos, le damos la vuelta, la masticamos de mala manera en lugar de pronunciarla y hacemos con ella de nuestra capa un sayo, a gusto de nuestra conveniencia. Y con ella, se van por el desagüe de nuestra inconsciencia nuestro honor y conocimiento, la esperanza de ser, si no mejores, al menos iguales a lo que fuimos, lejos del desidia inepta del todo vale.


LA PROMESA

     Había jurado, sin que le salieran las palabras de los dientes apretados, que si pudiera, la mataría. Sin embargo, la vida no le había dado una oportunidad certera. Cuando terminó el colegio su familia se mudó a otra ciudad y con el devenir de la vida se fue olvidando de aquella promesa que con tanto ahínco repetía cada noche, justo después del Jesusito de mi vida.

     Hasta hoy, que la descubrió horrorizada entre el barullo de la gente que se agolpaba para llegar a tiempo a coger el próximo metro, y no pudo evitar dar un par de empujones más para abrirse paso y colocarse cerca, como si necesitara cerciorarse. 

     Amparada en la prisa, le tocó por detrás lo justo en el tacón del zapato con la punta del bastón, lo suficiente como para que perdiera el equilibrio y cayera de bruces hacia el andén.

     Que se golpeara en la cabeza justo con el saliente de la plataforma y que los sanitarios no pudiera reanimarla fue solo un golpe de suerte.

     Cuando llegó a casa, le contó apenada a su hija y nietos que tenían que tener en cuenta los esfuerzos que hacía para cada año ir a comprarles los mejores regalos. Sin ir más lejos, una mujer de su misma edad había tenido un accidente entre la multitud que cogía el metro y que había muerto, justo delante de ella. 

     Ninguno de ellos vio, porque no miraban, el brillo en el ojo y la media sonrisa con que se quejaba de que bien podría haber sido ella.

domingo, 8 de noviembre de 2015

Efectos secundarios



     Como todos los tratamientos, hacer Terapia también tiene efectos secundarios. Ya me lo advirtió mi equipo médico de cabecera, eso sí, también hicieron hincapié en que la mayoría, serían buenos.

     Una de las mayores alegrías de hacer la Terapia, es la oportunidad que me dais, con vuestros comentarios, ya sea en esta página o por wassap, e incluso en persona, de saber qué os parecen las historias y las introducciones, de comentar hasta una coma. Me encanta cuando os hacéis preguntas, cuando cambiáis de asesino, cuando releéis buscando el giro que hace que la historia funcione.


     Disfruté sobremanera, cuando algunos empezasteis a decir "hago Terapia", en vez de decir leo la Terapia, haciéndola así, tan vuestra como mía. 

     Hoy, soy feliz compartiendo algo que me multiplica ese sentimiento de estar cerca, de que la leéis con entusiasmo y espíritu crítico, de que la Terapia es también vuestra .

    Marcos Martínez me hizo este regalo esta semana. Ha hecho, literalmente, Terapia, escribiendo esta historia. Eso sí, tiene ventaja porque también él es usuario asiduo del Padel Club Esmac, donde habitan los personajes de la historia de la semana pasada. Estoy segura de que a nuestros compañeros les va a gustar, especialmente a Ana Reina, que le encontró a la historia una dimensión sentimental que se verá colmada con su versión.

   Gracias Marcos, por regalármela, por dejarme meterla en nuestro particular laboratorio-quirófano literario, y por dar tu visto bueno para compartirla aquí. Hoy, más que nunca, es tu-mi Terapia.




EL NOVIO

     Cuando su amiga le preguntó, un viernes más, ante aquella deliciosa cerveza del Irish Bar, si tenía algo a la vista ,aún dudó un poco, pero cuando Paula le dijo : "vamos, conozco esos ojos", no le quedaron más fuerzas para resistirse a contarlo.

    Sí, había alguien. Alguien de quien no iba a decirle mucho más, pero que la tenía entusiasmada. Se sentía bastante atraída por él, aunque ella, de naturaleza tímida, no se atrevía siquiera a preguntar por su nombre. Sí que había ampliado su horario en el gimnasio para coincidir con él: Lo mismo hacía Sh'bam, Pilates, que Bodypum. 

     Cada ritual viernes que las amigas quedaban, la conversación siempre terminaba de la misma forma, con Paula insistiendo, intentándola convencer para que se lanzara a la piscina y le propusiera una cita a su misterioso chico.

    La última vez que se vieron, antes de despedirse, le dijo a Paula que se quedara tranquila, que por fin trazaría un plan para acabar junto a él: ¡Ya lo verás!

     Los participantes de la sesión de Pilates comenzaron a llegar al gimnasio, y formaban corrillo hablando de la próxima comida navideña que estaban organizando. El encargado les indicó que fueran subiendo a la sala, que estaba abierta, que Marga había llegado más temprano y ya había subido.

     El cuerpo de Marga yacía tumbado junto al esqueleto que decoraba la sala. En su mano derecha apenas sostenía el pequeño frasco cuyo contenido había bebido hacia unos instantes y que tanto olía a almendras amargas. En la mano izquierda, un papel que decía:

    "Quizá no lo comprenderéis, pero es así como quiero estar: con los ojos lívidos y la rigidez mortal, con la piel poblada de pupas y de gusanos después, que dejarán mis huesos al descubierto, por fin; la mandíbula limpia, con los dientes al aire, las cuencas huecas, y toda mi osamenta engarzada con mimo por algún artesano, que como toque final, me colocará erguida en un soporte con ruedas, en la sala, aquí , a su lado, para siempre”.

domingo, 25 de octubre de 2015

Una más


     En mi lucha en pos de una Terapia que me reconcilie con el mundo, también ayuda el cultivo del cuerpo. En esa faceta que me hace sentirme mejor y que asimismo me ayuda a ser un poco más social y menos bicho raro, tienen mucho que ver esas clases de Pilates que comencé hace un par de años en el Club Esmac.

     Para todos los compañeros de ese club, de cualquier disciplina, va dedicado este relato, que a petición expresa, perpetro.

      Para los no iniciados, o aquellos que quieran refrescar la memoria, encontraran quizá útil para entrar en situación, la entrada de diciembre del año pasado llamada Sorpresas. 

      Gracias por todas las risas sin precio que semanalmente regaláis.



LA NOVIA

     Para alguien como yo, a quien cualquiera podría calificar, siendo aún benévolo, de solitario, acabar en aquel sitio bullicioso, fue una suerte. Encontrarme con esa sala, en la segunda planta de un club de pádel, con unas cristaleras abiertas al horizonte, que bien podía pasar por una habitación de baile, y que se había convertido con el tiempo en una multifunción para Pilates, Bodypump, Bodybalance y otras actividades varias, era algo que poco podía imaginar, pero a veces la vida no te pide opinión, y acabas haciendo lo que debes hacer. 

   Al principio me sentía raro, seguía a duras penas la formación, procurando acostumbrarme al ritmo de la música de cada disciplina, recordar la sucesión de movimientos, poniendo atención a las respiraciones a compás, y no perderme demasiado en mis pensamientos. Intentando, con mis limitaciones, ser parte del grupo. 

       Pero desde que llegó ella, dejé de esforzarme en otra cosa que no fuera observarla. Se llamaba Marga, y para mí, era perfecta: ni gorda ni flaca, ni alta ni baja, con un aire de inocencia y debilidad que en realidad escondía, seguro, un espíritu sacrificado y amable. Se movía con gracia en el Sh´bam los lunes y miércoles. Le fue cogiendo el gustillo a la algarabía de los cambios de clase, y en seguida comenzó a practicar Pilates. Así, la veía también los martes y jueves.

   Desde un sitio privilegiado, disfrutaba mirándola evolucionar en los ejercicios de abdominales. Contemplaba deleitado cómo su preciosa melena se iba humedeciendo, poblándose de brillantes perlitas de sudor. Con el paso del tiempo, y con su esfuerzo, su figura se moldeaba, sus músculos se hacían más rotundos, su mirada más fuerte.

     Cuando también empezó a asistir a las clases de Bodypump, no cabía en mí de gozo, otra vez, coincidíamos. Cómo me gustaba atisbar sus miembros desde lejos. Entre todos los brazos y piernas que se afanaban a prisa al son de la música tecno, entre pesas y steps, distinguía los suyos sin dudarlo. Aunque al principio le costaba coger el ritmo, a mí sus suspiros me sonaban como al oído, deliciosos. Distraída, ajena a que había alguien que la observaba detenidamente, ella se esforzaba una y otra vez en conseguir ejecutar los ejercicios a la perfección.

     Quizá, alguna vez, reparó en mí, embobado, patidifuso observándola en la distancia, pero no me hizo ningún comentario. Yo tampoco me atrevía a decirle nada, ni siquiera cuando en una ocasión me rozó la mano al coger el abrigo, o cuando se sentaba a m i lado a ponerse las zapatillas de deporte después de una relajante clase de bodybalance. Supongo que, de entre todos, era en mí en quien menos podía fijarse.

     Poco sabía ella, sin embargo, que yo la deseaba, y la soñaba una y otra vez de la misma manera: Con los ojos lívidos y la rigidez mortal, con la piel poblada de pupas y de gusanos después, que dejarían sus huesos al descubierto, por fin; la mandíbula limpia, con los dientes al aire, las cuencas huecas, y toda su osamenta engarzada con mimo por algún artesano, que como toque final, la colocaría erguida en un soporte con ruedas, en la sala, aquí , a mi lado, para siempre.

     Quizá, entonces, llevado por el entusiasmo, revelaría mi secreto, y usando mi voz por primera vez en este estado, le pediría a alguna de las chicas de la primera fila que le colocara a ella uno de los anillos que llevo en los dedos.

domingo, 18 de octubre de 2015

Olvidos

            
     A menudo, olvidamos que hay algo más poderoso que nosotros, algo que no podemos controlar y que queda fuera del alcance arrasador del hombre. No todo lo que existe bajo el sol es susceptible de que, transformado por la mano humana, mejore, es más, hay cosas que tocadas por nuestros dedos empeoran mucho. Quizá, deberíamos recordar con más frecuencia que la naturaleza no está a nuestro servicio, y que es infinitamente transformadora, potente y ciega a nuestra ínfima presencia.

    Así mismo, se nos pierde de la memoria que no hemos conseguido aún borrar de nuestra esencia el animal que somos; que, cazadores, y aun en el plácido primer mundo, enchaquetados, letrados, y prósperos, fijamos la vista hambrientos, perseguimos la presa babeantes, atrapamos, torturamos y matamos. No hablemos del placer que da comerla a dentelladas secas. 

     A veces parece que no tiene más aliciente esta vida anodina que nos mantiene lejos de la selva, que jugar a que lo es, y reproducirla al pie. 




TRECE

     Con la nueva incorporación éramos, ya, a mi parecer, demasiados bajo el mismo techo: Trece. 

     Se notaba ya al comenzar el día, cuando había que darse prisa para encontrar el sitio deseado a la hora del desayuno. Se alteraban los puestos, y a mí , que siempre me había gustado mantener la rutina, respetar el orden, y la situación de privilegio ganada a lo largo de duros años de trabajo, me tocaba cambiar de hábitos, caber a menos. 

     En las horas de más ajetreo, resultaba difícil hacerse un hueco a la carrera por el pasillo sin soltar los codos y golpear al más cercano, sin importar si era más alto o más fuerte, calculando exactamente el sitio más blando, para hacer el daño justo que le frenara un momento y así poder avanzar en pos del objetivo, desoyendo los gritos de protesta o el dolor en las espinillas.

    Ni siquiera tenía descanso por la noche, soportando la promesa de que un día no muy lejano, y ya adaptado, tendría su propio espacio, que mientras tanto a mí me tocaba hacerle compañía.

   Uno más es uno más, y no cabe en el mismo sitio que otros doce, como de manera insulsa nos repetían una y otra vez en esas horas de discursos alienantes a las que llamaban clases, para hacernos creer que nada había cambiado.

    No voy a negar que me alegré cuando apareció descoyuntado en el ojopatio. Que era mi hermano sólo lo decía un papel mojado que guardaban con celo los abogados.

domingo, 4 de octubre de 2015

Héroes



    Con el tiempo, despojamos al que nos falta de todo mal. Olvidamos sus rasgos humanos a nada que deja de serlo. Ya no fueron huraños, ni viles, ni ciegos. Hundimos sus desaciertos en la cortina densa del recuerdo.

     Entonces, devenimos en torpes y necios vivos, envidiosos tal vez de no ser nosotros los eternos.

     Quizá sea que aquí sólo vamos quedando los de peor calaña, los apestados, los menos. Tocados por el aura del mal , impregnados indefectiblemente con pátina humana de contemplar y rubricar miserias. 





     Todos los miembros del grupo se asomaban por turnos y con curiosidad al precipicio, mientras el guía les indicaba que fueran cuidadosos, que un despiste podría ser realmente peligroso: el suelo resbaladizo de las cuevas hacía la vista aún más temeraria, y la fina cuerda que separaba casi simbólicamente a los visitantes del oscuro vacío no suponía un gran obstáculo para frenar una tragedia. 

     Ramiro y su mujer esperaron pacientemente su turno, y él quiso que le hiciera aquella foto. Luisa calculó mal la distancia, o estaba demasiado entusiasmada haciéndole la foto a su marido como para darse cuenta de que a medida que le decía que no le salía entero, se desplazaba, de espaldas, un centímetro más hacia la cuerda.

     Visto así, bien podría haberse tratado de un desgraciado accidente.

     Nadie notó que, mientras con un mano sujetaba la cámara con el dedo en el disparador, con la otra se aferraba con fe al amuleto que llevaba colgado del cuello. Lo había comprado esa misma mañana en uno de los tenderetes de la isla, la mujer que se lo vendió le había asegurado que era mágico, que solo tenía que tocarlo y desear con todas sus fuerzas algo, y se le concedería.

     Sólo tuvo que pensarlo tres veces: "Empújalo, por dios, empújalo".

sábado, 5 de septiembre de 2015

Memoria de calima



     Me ha vencido este verano inclemente y tenaz, desolador y caliente. Me ha derrotado de espaldas con su viento del desierto, me ha derretido por dentro, y me ha dejado un reguero acuoso y lento en la respiración, en los movimientos. No he encontrado sombra que apagara mi sed, agua que me refrescara por dentro.

     Y mientras, una parte del mundo se refugia al socaire acondicionador del fresco eterno, otra se muere a chorros, hacinados, en mares o desiertos. Esto, además del paraíso, también puede ser el infierno.

   Hay sitios en la mente, o en el alma- esa palabra que tan poco gusta leer a mis descreídos-, tan opacos y ciegos... Este verano, devastador y doliente, me ha hecho añorar los más oscuros inviernos.



VAMPIROS
Nunca me gustó la sangre, hasta que no probé la tuya


     Ya no se acuerda, desde su ático azul de vistas al mar, desde su feliz matrimonio de silencios tecnológicos, cuando en el bullicio de un bar, su voz le hacía ensordecer los oídos, y se paraba el mundo, y no había nada capaz de mudar su sonrisa, su fascinación por sus labios.


    No recuerda, desde sus besos sociales sin tocar la mejilla, desde su indiferencia flemática de tacones altos y ropa de marca, cuando el corazón le arrasaba la boca, cuando la sangre se le agolpaba en la sien, cuando descalza se bañaba en sus ojos.

     Se le olvidaron pronto las caricias robadas, el temblor, la sed del alma, la locura de no ver más allá de su piel, el licor adictivo y arrasador de su cuerpo. Y las noches de vela y amor, las vueltas del tenedor en el plato, la impaciencia y las prisas. Y el hambre.

     Y sin embargo, hay noches de luna llena, desde el frescor del raso de las sábanas, en que se despierta, y saca el brazo de la cama, como esperando el ansiado bocado que le devore la sangre, y coge el móvil, y mira el icono con su nombre: No hay mensajes.

domingo, 19 de julio de 2015

Estéticas



  Se ve, a nada que se mire, que el calentamiento global cortocircuita neuronas, y que los hijos de este calor apabullante se nos vuelven zánganos en vez de guerreros.

     La Era de la Apariencia nos engulle sin remedio. Despojados de preocupaciones más profundas, nos amparamos en la vacuidad del envoltorio, que a menudo confundimos con la Estética.

     Como si nos hubiéramos cansado de pensar, o con una cuchara nos hubieran quitado poco a poco la pulpa, como a un melón, y nos hubieran rellenado de azúcar y ron, la dulce inconsciencia, y a vivir la vida. Ya nada tiene fondo, todo está hueco, que es más fácil y cómodo.

     Todavía se oyen a veces algunas voces aquí dentro, pero no hay problema, ponemos la música bien alta y se disipan enseguida.



MAKU

     No tuve más que verlo para saber que tenía que ser mío. Ese porte musculoso, ese vozarrón, y esos tatuajes...., no podía dejar de mirarlo, me pasaba todo el tiempo mirándolo como si fuese idiota, vamos, que tendría cara de tonta seguro, porque es que se me caía la baba.

    Tiene en el gemelo izquierdo tatuada la cara de Jesucristo, con su corona de espinas y sus lágrimas, que parecen de verdad, qué artista el que se lo hizo. Yo quería haberme tatuado también la Macarena, pero él no me dejó, que dice que prefiere disfrutar de mi piel virgen, ¡si es que tiene una boca! Es como lo de vestirme provo, que tampoco me deja, porque dice que para eso soy de él nada más, que no parezca que con él no tengo suficiente y que sigo buscando algo. Es que me quiere tela.

     En el gemelo derecho se le ve la cara de un zombi, y justo debajo la del Ché. Desde la rabadilla le salen unas alas de avión que casi le rodean la cintura, y espalda arriba le sube la empuñadura de un hacha de esas de los indios, que le termina en dos cuchillas a la altura de las dos paletillas, con una serpiente enroscada desde abajo a la que le salen dos cabezas. Lleva una calavera con un tocado de flores y un puñal clavado en el brazo derecho, y una inscripción tribal en el otro. Yo no entiendo el idioma, pero él dice que pone "el poder da la vida". En el pecho, un dragón echando fuego por la boca, la cola le llega al ombligo, las alas las despliega cuando abre los brazos. Detrás de las orejas, en el cuello, tiene unos símbolos chinos, o japoneses, qué sé yo; se le ven tan bien con lo rapadito que va siempre. Qué guapo. El más guapo. Sí señor. 

     Menos mal que él también se fijó en mí a la segunda vez que nos vimos de lejos en la discoteca, y desde entonces no nos hemos separado, porque hubiera sido capaz de cualquier cosa para conseguir estar con él. Que si en vez de en mí se va para otra, te juro que me da un ataque de ansiedad allí mismo. Hasta la pastillita de debajo de la lengua la tuve en la mano, que me iba a dar, pero al final vino para mí y me dijo: Hola, ¿Qué haces? A mí es que los tíos así que lo tienen todo tan claro me vuelven loca.

     Dice que se va a tatuar mi nombre. Todavía no me ha dicho dónde. A mí me gustaría en la muñeca, o en el antebrazo, rodeado de un corazón grande con un lazo, y que se vea bien rojo. También me haría gracia las letras en los dedos, pero para que le coja todos los dedos me tiene que poner el nombre entero, Inmaculada, pero a mí lo que me gusta es que me digan Maku, que suena más exótico.

     Ya sé que me tiene dicho que no toque sus cosas, pero el miércoles es mi cumpleaños, y estaba segura de que en algún sitio en la cartera tenía que tener el dibujo del tatuaje para hacérselo con mi nombre. Aproveché mientras estaba en la ducha para mirar. 

     Una calavera pelona con el gesto retorcido, llena de cicatrices y de ojos saltones y ensangrentados, con un clavo que le partía la frente, vomitaba una lista de nombres: Inmaculada, Inma, Ada...MAKU.

     ¡Qué ilusión!

lunes, 6 de julio de 2015

Certezas




     Sé, que cuando llega la lluvia ya puedes ponerle todos los diques que quieras, que de una u otra manera, el agua seguirá su curso, anegando campos y haciéndolos fértiles, o devastando la tierra poblada, arrasando todo a su paso.

    Sé, que no es tan fácil mirar hacia otro lado y hacer lo que tienes que hacer, seguir andando con los pies mojados.

    Sé, que cuando no hay vuelta a atrás, sientes el calor que se te escurre entre las manos, y el frío te habita para siempre.

     Sé, que llegado el momento, sólo seremos yo y el agua.



LA ÚLTIMA VEZ

     Antes de levantarse de la cama, le ha mirado despacio el torso desnudo. Ese espacio firme y liso en el que no hace media hora que respiraba entrecortada, sumisa, ciega, en el que se ha dejado marcados los besos, perfundiendo saliva y deseo.

     Se ha deslizado descalza al cuarto de baño y se ha dado una ducha. Se ha frotado con fruición para borrarse su olor del cuerpo.

     De vuelta, se ha puesto la misma ropa, y ha vuelto a mirar tranquila el cuerpo en reposo sobre el colchón, sus labios entreabiertos, las pestañas inmensas, el rasurado a conciencia que le hace parecer aún más niño.

     Tres repasos después comprueba que no se ha dejado nada, y se dirige hasta la puerta. Al deslizar el pasador de la cerradura él la alcanza, y le abraza la cintura, y le besa la nuca, y le susurra un vuelve pronto lo más cerca posible del oído.

     Ya en el pasillo, comprueba que no ha perdido los papeles que llevaba en los dos bolsillos traseros del pantalón: en uno la lista de la compra. Mira el reloj y efectivamente aún le quedan unos minutos para que abra el hipermercado que queda abajo. En el otro, una copia del horario de colores que esta temporada han conseguido dibujar en casa: En rosa fucsia las actividades de Elena. En verde las de Quique, morado para ella y amarillo para las de su marido. Hoy es miércoles, y por la cercanía en los colores se ve que el día va a ser de aúpa. Después de la compra tendrá que ir a la librería, a por los materiales. El almuerzo. Hoy Jose viene tarde, y Elena pintura, baile, Quique karate, baloncesto; los dos tareas.

     Pintura, kárate, baloncesto, baile. Pintura, kárate, baloncesto, baile. Pintura, kárate, baloncesto, baile.

     Como cada vez, llama al ascensor esperando no encontrarse con nadie, y jurando que será la última vez que viene.

domingo, 14 de junio de 2015

Alivio



Non ego sum, sed speculum fatarum, qui vita est priceps insidiae..
-Virgilio-
(No soy, sino el espejo de los hechos, porque la vida es el principio de las desdichas...).


     Dicen que, que el dolor cese, no tiene por qué ser síntoma de que se acabe el sufrimiento. Cuando por fin dejan de hundir el dedo en la llaga, aún queda un tiempo hasta que tu cuerpo forje una cicatriz callosa donde antes no hubo más que inocencia.

     Sería imposible seguir camino sin haber arrancado de cuajo el recuerdo del primer momento en que la piel se abre, pero también crecer sin sufrir el ardor amargo de cuando nos mana la sangre.

     No hay trampa en la batalla : la felicidad es solo la zanahoria, dulce, hipnótica e inexistente, que hace que no nos despeñemos en manada.



MANTRA

     Cada año, llegada la primera semana de noviembre, se le demudaba el rostro. Parecía distraída, olvidaba cosas, abandonaba su hábito sempiterno de pasear tras el almuerzo. 

     En casa, en el trabajo, todos la trataban con condescendencia, sabían que, pasada la fecha de la tragedia, volvería a su ser. Aparecería nueva por la puerta, quizá otra vez otro cambio de color de pelo, tal vez alguna prenda más que añadir a su generoso vestuario.

     Cada año, en el mismo día en que Mara dejó de existir, ella acudía a misa, y después al cementerio. 

     De pie ante la tumba, se quedaba la última, hasta que el guarda le advertía que iban a cerrar, y antes de emprender el camino a la salida con una media sonrisa en los labios, repetía entre dientes la frase que era ya como un mantra, lo único que la sostendría entera hasta el año siguiente:

     -Hija de puta, qué difícil fue matarte.

domingo, 22 de marzo de 2015

Orden



" Sé regular y ordenado en tu vida, de modo que puedas ser violento y original en tu trabajo" - Flaubert-

    Sospecho de las rutinas. Me aburre la reiteración, la uniformidad, el tedio de la repetición incesante. 

     Me llamo al orden a veces, y consigo a temporadas ser un animal de costumbres, difuminarme en el gentío hasta parecer transparente.

       El éxito no me acompaña mucho; en seguida, se me ocurren cosas que harían que los demás abrieran, o cerraran los ojos.


JULIA

     Hubiera sido fácil matar entonces a Julia. Una bolita de movimientos torpes y abundante baba que tropezaba por toda la casa. Con un pequeño descuido cuando la llevaba en brazos habría sido suficiente. Decidí, sin embargo, que podía quedarse. He de reconocer que en el fondo me pudo la curiosidad de saber cómo iría evolucionando. Así pude, al pasar los años, comprobar que me perseguía a todos sitios, consideraba mi palabra ley, y no se atrevía a moverse mientras yo no lo indicara.

    Ella fue mi juguete. Me escuchaba embobada con esos ojos lacrimosos que siempre tuvo, y se dejaba guiar, fascinada por mi don de mando. Qué sensación de poder más deliciosa decidir por ella, corregir sus vicios, castigarla a veces cuando se portaba mal, fingirme enojada para que aumentara sus gestos cariñosos y su preocupación por mí. 

    No fue difícil conseguir que siempre estuviera a mi lado. Coarté a tiempo todos sus impulsos de independencia. Desde luego, era lo mejor para ella. Hubiera sido un fastidio tener que rescatarla si se fugaba con un cualquiera, alguien que no la supiera apreciar como yo.

     Pero Julia ya estaba vieja. A pesar de solo llevarle seis años, parecía que su cuerpo se regía por leyes diferentes al mío. Una debilidad pegajosa, una tristeza idiota se le había instalado en el semblante. Ya no quería acompañarme siempre, incluso a veces protestaba airadamente ante cualquier intento por mi parte de salir a hacer ejercicio. Dejó de disfrutar de las comidas y los viajes juntas. 

    Ha sido una suerte que todo esto haya pasado cuando ya no está mamá, ella no lo hubiera aprobado nunca. Jamás se cansó de repetirme, todos y cada uno de los días de su vida: " Cari, las hermanas tienen que llevarse bien; que yo no te vea hacerle nada a Julia"

domingo, 8 de marzo de 2015

Lejos del paraiso

     Eres tú quien nació bajo el indefectible sino del machismo. De quien se esperaba que ser madre y esposa fuera su única vocación. A quien se educó para ser poco menos que ciudadano de segunda clase, y ahora le toca lidiar con un sistema anticuado y demoledor.


     Eres tú quien tiene que trabajar el doble para no cobrar igual, quien tiene que elegir entre familia o trabajo, o quien se tiene que multiplicar hasta la extenuación para conciliarlos, y quien se frustra las más de las veces al no conseguirlo.

     Eres tú quien se pertrecha a diario para soportar chistes vejatorios, gritos desde detrás de un volante, miradas y gestos hostiles; a quien se le supone aguante titánico, sonrisa eterna y dotes de magia en todas sus vertientes.

     Eres tú, quien a veces, llevada por la corriente arrasadora del peso de la costumbre, emula esos modelos obsoletos con los que viviste a la vez que promulgas los cuatro vientos reivindicaciones sobre igualdad y sus políticas.

     Eres tú, como soy yo, la que tiene la llave de la educación y el ejemplo, la que debe recordar a los hijos donde está la línea que nos une y la que nos separa, donde se encuentra la armonía basada en el respeto hacia el otro, aunque sea distinto, y que la violencia jamás está justificada, que el diálogo es la forma de crecer, amar y vivir, no las imposiciones, coacciones o amenazas.

     Eres tú, como soy yo, la que merece que tu familia sea un equipo, donde cada miembro tiene el valor equivalente de trabajar por la felicidad conjunta, y no una estructura monárquica donde los reyes son de mejor calidad que sus súbditos.

   Eres tú, como soy yo, la que merece que la palabra respeto se nutra a diario con ejemplos y no haya excepciones.

    Es tu legado el que queda. Ese futuro que quieres se forja ahora, todos los días. Es tu momento, es el nuestro.

LOBA



     Se ha metido a rosca los pantalones más estrechos del armario. A pesar de llevar una semana a dieta el botón se sigue resistiendo a abrazar con suavidad el michelín de la cintura, hasta sin respirar. Quizá tendrá que sacar de donde no hay otra hora para ir al gimnasio.

    Un vistazo al reloj y al arrojarse a prisa por las escaleras comprueba, en que sus piernas no la obedecen del todo, que su cuerpo no ha terminado aún de despertar
.
    Ya delante del espejo, a sorbos de café, se ha puesto iluminador en las ojeras, base de maquillaje, delineador de ojos, tres colores de sombras de ojos. Rímel. Colorete. Perfilador. La barra de labios del color que mejor pega con la blusa. La pátina acuosa que aún le cubre los ojos no le ha permitido ver que le asoma un vello fuera de sitio en las cejas.

    Cuando desenchufa la plancha flota en el cuarto de baño un olor dulzón a suavizante y pelo caliente. Por último, consigue meter los pies con dificultad en esos zapatos de tacón tan alto que sabe dentro de unas horas aborrecerá haberse puesto.

    Cuando levanta el rostro para buscar el bolso ve a Daniel, que se ha bajado solo de la cama, se ha deslizado silenciosamente por la escalera con su pijama de nubes y su osito abrazado, y que ha estado observándola en silencio mientras terminaba de arreglarse. Aunque es un lunes sin colegio, como siempre, él ha madrugado, y con esos ojos de andar descubriendo el mundo que le otorgan sus escasos cuatro años, la mira fijamente y le pregunta...Mamá...¿Otra vez vas hoy a la guerra? Quieres que te preste mi pistola de rayos paralizadora?

domingo, 22 de febrero de 2015

Distancias



     Llegado el momento de la revancha, hay un instante dulce en el que la boca se te hace agua con la derrota enemiga, en que sueñas con mostrarte implacable y terrible, impío y cruel; piensas en pagar con la misma moneda, en hacer leña del árbol caído, en hacerte un collar con las piezas esparcidas por el suelo en recuerdo de tan gloriosa batalla.

     Puede pasar, sin embargo, que cuando lleguen tus tropas al bastión hostil, y enarbolando su pendón tus soldados pidan que sesgues la cabeza del desgraciado que pide clemencia, tú, ya seas otro. Y nada en el mundo curará la herida que dejó su mano, ni siquiera su sangre en tu copa.

     Entonces, tu única victoria es haber podido conservar tu esencia, y dejar la vileza para otros. La distancia cocina serenidad a fuego lento, el tiempo siempre está de tu parte, aunque lleves el cuerpo cosido a cicatrices.



Circunstancias

     Le hubiera encantado, religiosa como era, haber tenido pálpitos en el corazón, que le temblaran las manos. Que la boca se le hubiera quedado seca, que se le hubieran taponado los oídos con el ruido ensordecedor de la angustia. 

     Le hubiera complacido, que la sangre se le hubiera agolpado en las sienes y hubiera estado sonando el tam tam en lo mas recóndito de su cerebro hasta caer extenuada de cansancio; que se le hubiera erizado el vello, que no pudiera respirar y hubiera tenido que abrir la boca buscando aire, que se hubiera echado la mano al pecho, que compungida de dolor e impotencia se hubiera inclinado y le hubieran llegado las arcadas de hiel desde la boca del estomago.

     Hubiera querido, que de su garganta saliera un grito aterrador y delirante, que se le hubieran desbocado los brazos a tirarse del pelo, que se le hubiera tensado la mandíbula hasta dolerle los dientes de la presión y haberse clavado las uñas hasta la sangre apretando los puños.

     Le hubiera gustado, al menos, que las lágrimas silentes le rebautizaran las mejillas, y que su rostro reflejara tristeza.
    Pero no. Vio morir a Adolfo como si tal cosa, apenas una saliva espesa que le costó tragar después de que expirara.
     Su viuda, era otra.

domingo, 8 de febrero de 2015

Droga dura



     Viendo la profusión de oscuros que habita el mundo con la claridad absoluta que otorga la luz de la inocencia, me aficioné pronto a la lectura. Antes, cuando la tele solo emitía ya casi de noche, en blanco y negro, y una sola cadena, no había muchos más sitios donde refugiarse. No es precisamente que buscara rosas, solo salir del mundo asfixiante y pequeño que casi a diario me parecía el mío.

    Fue en esa ventana donde encontré todas las cosas. No tardé en ponerle los cristales de los colores que más me apetecía o en pintar el marco, e incluso cambiarlo por otro más acorde en cada momento; siempre me ha aburrido la rutina. La escritura, la ponía yo.

    Me podía haber metido en vena cualquier otra cosa, al fin y al cabo todos nos drogamos con lo más duro que encontramos o somos capaces de soportar para poder seguir sobreviviendo. Yo, elegí leer libros y escribir, un trabajo duro, ingrato y desalentador, que es a la vez de lo más reconfortante y de las pocas cosas que puede arrancar una sonrisa eterna a los espíritus atormentados e insaciables como el mío. Desde entonces no he parado de trabajar, lo normal teniendo un corazón de hormiga.

     Ahora, y como si todo obedeciera al plan prefijado de un destino incierto, que me asalta después de confesar públicamente mis adicciones literarias, y de tratarme con terapia, como si tuviera que ser ahora y no nunca antes por mucho que lo hubiera deseado, por fin puedo ver cumplido mi primer sueño. 

     A continuación, os dejo una muestra del relato Un error de principiante, que podréis encontrar, junto a otros que también llevan mi firma, en el libro de relatos Un corazón de hormiga, que publica la Editorial Anantes.

     Una semana después, Belicia recibió la primera llamada. Todavía no le había dado tiempo para pensar en que a lo mejor se había dejado llevar por el entusiasmo cuando resolvió poner el anuncio. Cuando vio en la pantalla del móvil que no era el número de ningún conocido, supo enseguida que era un posible cliente. Le costó un poco descolgar antes de que se agotara el tono de su canción de salsa favorita. Le temblaban los dedos. 

- Belicia Mori, buenas tardes – contestó con toda la serenidad y distinción que pudo.

- Buenas tardes, llamo por el anuncio.

- Sí, es aquí, ¿en qué puedo ayudarla señora?

- Necesito ayuda con un asunto, concretamente tiene que ver con una persona en particular, me gustaría saber si puede ayudarme con eso.

- ¿quiere un bebedizo de amor, un amarre? ¿quiere un hechizo? Sólo tiene que traerme una foto y un objeto de la persona y no hay problema señora, lo que usted quiera señora. Atiendo en la calle Guadiana, Bloque cuatro, 3B. Dígame a qué hora le viene bien esta semana y la veo. 

    Lo dijo todo de corrido y sin respirar. Tuvo miedo de haber actuado llevada por la emoción del momento y maldijo un poco el entusiasmo que la guiaba, no fuera a ser que las ganas le ahuyentaran su primer cliente. Más, cuando la señora al otro lado del teléfono tardó unos segundos eternos en contestar.

- Vale. Creo que el miércoles tendré lo que necesita. A las siete y cuarto podré estar allí. Gracias.

    La señora llamó al portero automático y a Beli le latió el corazón en la boca del estómago por cada uno de los golpes secos de los tacones en los escalones hasta llegar al tercero. Le abrió después de mirarla de soslayo por la mirilla y de que pensara que iba a quemarle el timbre por la insistencia...

domingo, 25 de enero de 2015

Memoria



"Algún día/Solo seré mis recuerdos/Se me caerán las alas/Me faltará el cuerpo./Algún día/Solo seré/Tiempo"


     Morir está escrito en nosotros igual que el color de ojos. La incógnita del cómo y cuándo es la que nos va demoliendo por dentro. Hay quien teme al dolor como si la tortura física, el boqueo agonizante del cuerpo fuera la peor manera de salir de este espacio-tiempo. Hay quien dice preferir el sufrimiento, quienes quieren la fecha mortal antes de que les duela un hueso.

     No debe haber, sin embargo, peor traición que sentir el dolor y haberlo a la vez en un cuerpo cuya mente hemos dado por perdida, precipitada y arcana, en agujeros negros de la memoria. Hay quienes, aún, firmarían el olvido, como si no acordarte de quien eres te hiciera otro, y ese otro quien muriera en lugar de nosotros.


CÓGEME EN BRAZOS

         Comenzó a subir las escaleras con ella en brazos. El roce de su cabello en el cuello le hacía cosquillas, y al ceder al instinto de encogerse, apretaba el abrazo. Podía sentir el peso liviano de su cabeza en el hombro, el tacto de sus dedos largos agarrándose a su jersey para no caer. El delicioso olor inconfundible que manaba de su cuerpo, y que habría de recodar para toda su vida, le reconfortaba, le decía con claridad que estaba a salvo.

     En el tercer escalón del segundo tramo, su delgadez se le hizo pesada en los antebrazos, y tropezó con la puntera de la bota izquierda. De inmediato, temió que cayera, y la cogió más fuerte, pero no pudo evitar que el talón derecho de sus pies descalzos topara en el filo de mármol. Ella ni se quejó del golpe, fingía estar dormida acogida en su pecho.

      Entonces, como si el tiempo no fuera más que un bucle en tirabuzón, al evocar el sonido seco del hueso en la piedra, recordó con la nitidez de un sueño cuando era ella quien lo llevaba a él en brazos, y tropezó levemente con el tercer escalón del segundo tramo, y ante su airada protesta por el golpe en el talón, ella le dijo: -Es que te estás poniendo tan mayor que pronto no podré llevarte en brazos a la cama -, y él le contestó:
 - Es que ya tengo 5 años.

domingo, 11 de enero de 2015

Corazones de invierno



     Dicen que los nacidos en enero son fríos, distantes, esquivos. Dicen, que el gélido soplo del primer aliento que respiran en el exterior les regala en don de la sangre fría.



     Dicen que, apadrinados por el invierno, y ocultos a la luz de sol, siembran su entendimiento de oscuridades y devienen en físicos, médicos, astrónomos, vanguardistas, literatos... peligrosos intelectuales.

     Dicen que, diferentes, y atados a un mundo que está por venir, se ocultan, frioleros eternos, tras gorros y bufandas; otras pieles que los resguarden de la primera brisa, gafas que cuiden sus ojos glaucos de la luz.

     Lo que no dicen, es que, habiendo nacido en el frío, hace falta un corazón ardiente para sobrevivir. 

     Lo que no dicen , es que, ateridos eternos, buscan con ansia el calor en los ojos ajenos, en el abrazo tierno, en palabras forjadas con verdad. 

     Lo que no dicen es que, a veces, hasta el tósigo ardor de la guerra les parece mejor que la indiferencia, helada y mortal.



FRíO

      A Jonás Berniel se le heló el corazón de un soplo, como quien apaga la tenue llama de una vela con un golpe de viento cuando escuchó cómo Adela se despedía, y se quedó atado al asiento, incapaz de pronunciar palabra. 

     Nadie escuchó, cómo unos minutos antes, Adela, con frialdad precisa, le explicó cómo se alegraba de que la carta que le había escrito la hubieran devuelto. Tantos años escribiéndole cartas de amor, y ahora esta, tan importante, y tan meditada, se la devuelve el correo. Así, remató, tenía la oportunidad de decirle en persona que ya no le quería, al final el tema de hacerlo por carta se le había revelado quizá un poco cruel. Le deseaba, eso sí, toda la suerte del mundo, y por supuesto seguirían siendo amigos si él así lo quería.

     Entonces ella se levantó como un resorte de la gélida silla de metal del café del centro, llevando, sin advertirlo, el corazón de Jonás chorreante, en una mano, en la otra el cigarrillo recién encendido al comenzar, apresurada, la marcha, sin dudar de que fuera a seguirla.

     Jonás, comprendió con estupor, cuando apretó los dientes y se levantó en silencio, que aun si tuviera que contar los muertos, nadie iba a quitarle las ganas de amarla. 
     Al día siguiente compró la escopeta.