domingo, 10 de agosto de 2014

Simbiosis

"¡Sí! el Hombre , cuando ama, es un sol que todo lo ve y todo lo transfigura; cuando no ama, es una morada sombría en la que se consume un humeante candil" 
-Hiperión-

        Parece que la Amistad, esa simbiosis divina que nadie sabe cómo surge, en qué se basa y en la que no hay reglas que sirvan para todos, se acentúa cuando media la distancia. Echo de menos cada uno de los días a amigos que perdí y a otros que ya no frecuento. No los quiero como el primer día, en el que suelo mostrarme torpe, distante, esquiva, sino como el último, en el que hubiera dado lo que fuera para que no partieran.
        Ya no cultivo las despedidas. Dejo fluir la vida a donde a cada uno nos quiera llevar, y con los ojos y con las manos, y con la risa, he disfrutado cada día que hemos podido compartir juntos. Y el amor...¿es otra cosa?
     Hay pocas cosas comparables al abrazo desinteresado de una amistad sincera. También hay quien piensa que eso no existe, que somos lobos, que sólo estamos aquí para devorarnos; que una vez saciada la sed que en los principios el otro te provocaba, sólo cabe destruirlo, para que no pueda airear tu debilidad. Hay quienes se especializan en cortar alas, intentando en vano perpetuar dependencias.




EL LIBRO


      Creía, hasta ayer, que lo quería.
     Les había llevado interminables horas de trabajo terminarlo. Le habían robado el tiempo al sueño, a las vacaciones, a la familia. En una carrera febril, habían investigado, documentado, planeado y montado todo el libro en pocos meses. Carlos escribía, Juanma buscaba, leía, revisaba, comentaba, le ayudaba en todo lo que podía para que cumpliera su sueño.
    Al fin estaba terminado. Carlos le echaba el último vistazo a las galeradas. Iba apurado, había quedado con Juanma para tomarse unas cervezas para celebrarlo. El responsable de la editorial había sido claro: tenía sólo un día más para enviar la versión definitiva. 
      En el último segundo, Carlos presionó tantas veces la tecla "Supr" como espacios tenía Juan Manuel Méndez. Y quedó su nombre a solas en el dibujo de la cubierta. Guardar. Enviar. Enter. 
     Lo habían compartido todo desde que se conocieron. La juventud, las juergas, las chicas. Las bodas, los bautizos, las comuniones. Pero entonces llegó ella. La única tan fuerte como para separarlos para siempre. Seguro que  de llamarse Elena, o Sara, o María, hubiera tenido menos éxito que de llamarse Codicia.



p.d: Debo la cita del principio a Gloria, que me la escribió en un libro que me regaló en 1991. Puede que parezca que la cita era más  regalo que el libro, ya que esta ha perdurado en mi memoria, y el libro ,El arte de amar, de Eric Fromm, pertenece a esa categoría de "esas cosas.. ¿quién las lee?", bien es verdad que a mí eso me ha fascinado siempre. Sin embargo, y tras tantos años, se ha más que demostrado, que el regalo era ella, como profesora y como amiga. Siempre gracias, Gloria.




3 comentarios:

  1. Gracias por regalarnos otra Terapia sublime. Un placer para los sentidos. Un motivo más de impaciencia para esperar la próxima Terapia.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Soy yo, Marcos, quien con reiteración y deleite recibo regalos. Tu impaciencia, solo uno de los tuyos.

      Eliminar
    2. Touché.

      Eliminar