domingo, 14 de junio de 2015

Alivio



Non ego sum, sed speculum fatarum, qui vita est priceps insidiae..
-Virgilio-
(No soy, sino el espejo de los hechos, porque la vida es el principio de las desdichas...).


     Dicen que, que el dolor cese, no tiene por qué ser síntoma de que se acabe el sufrimiento. Cuando por fin dejan de hundir el dedo en la llaga, aún queda un tiempo hasta que tu cuerpo forje una cicatriz callosa donde antes no hubo más que inocencia.

     Sería imposible seguir camino sin haber arrancado de cuajo el recuerdo del primer momento en que la piel se abre, pero también crecer sin sufrir el ardor amargo de cuando nos mana la sangre.

     No hay trampa en la batalla : la felicidad es solo la zanahoria, dulce, hipnótica e inexistente, que hace que no nos despeñemos en manada.



MANTRA

     Cada año, llegada la primera semana de noviembre, se le demudaba el rostro. Parecía distraída, olvidaba cosas, abandonaba su hábito sempiterno de pasear tras el almuerzo. 

     En casa, en el trabajo, todos la trataban con condescendencia, sabían que, pasada la fecha de la tragedia, volvería a su ser. Aparecería nueva por la puerta, quizá otra vez otro cambio de color de pelo, tal vez alguna prenda más que añadir a su generoso vestuario.

     Cada año, en el mismo día en que Mara dejó de existir, ella acudía a misa, y después al cementerio. 

     De pie ante la tumba, se quedaba la última, hasta que el guarda le advertía que iban a cerrar, y antes de emprender el camino a la salida con una media sonrisa en los labios, repetía entre dientes la frase que era ya como un mantra, lo único que la sostendría entera hasta el año siguiente:

     -Hija de puta, qué difícil fue matarte.