domingo, 2 de noviembre de 2014

Miedo



     Nunca he disfrutado con las películas de terror. Me han sobrado siempre las calaveras de gomaespuma y los zombis desarrapados, desmembrados y babeantes. Las sierras mecánicas y las salpicaduras de sangre tampoco han sido lo mío. Aún siento escalofríos cuando recuerdo un episodio de la mítica Mis terrores favoritos que vi cuando niña, donde el cadáver de aquel actor, del que no sabría decir su nombre pero cuya cara no olvidaré nunca, se descomponía a cámara rápida, mientras aún se escuchaba la voz en off de sus pensamientos. La muerte en vida. Fue el primer episodio que vi, y el último, claro.

     En estos tiempos que corren, en los que el miedo mayor que pueden pasar nuestros queridos y sobreprotegidos adolescentes es si van a tener el nuevo iphone el día que se sale a la venta o una semana después, y dado que ellos no ven ni un telediario, hasta puedo entender la necesidad de los cuchillos de atrezzo clavados en la sien, los zombis, los esqueletos, los litros de pintura roja y las negras ojeras. No había tales paños calientes en mis tiempos. Mi madre se empeñaba en recordarme una y otra vez que ella moriría, y que yo tendría que espabilar más temprano que tarde. Antes, morirse era normal y nada afectado, no se escondía ni se disfrazaba la ley de vida. Con pasmosa claridad, mi padre solía decir a menudo que lo único que hace falta para morirse es estar vivo.

     Sobra Halloween, y todas las pelis de siniestras del mundo, cuando el miedo, es el terror que supone que la persona que duerme a tu lado haya de repente dejado de respirar, el temblor que se adueña del cuerpo cuando esperas en una consulta, el terrible abismo de no despertar mañana, la histeria infinita de ver dolor en los hijos, el estallido de una explosión a lo lejos ,el escalofrío inmenso de que una vida esté en tus manos.

     Y para leer en puente de difuntos: El almohadón de plumas, de Ignacio Quiroga, Circe, Casa tomada, La noche bocarriba, de Cortázar, Edgar Allan Poe, Henry James, Doris Lessing, Lovecraft… y tantos otros.



SONIDOS DE LA NOCHE

    Era el último informe que le quedaba por entregar. Con un poco de suerte el mensajero llegaría en seguida y ella podría irse a casa. Se afanaba en colocar unos papeles en el archivo cuando sonó la puerta y con un “pase” sintió el alivio de terminar por fin esta jornada eterna que se le había adentrado hacía horas en la noche.

   Cuando oyó el “buenas noches” a su espalda, un escalofrío seco le recorrió la espina dorsal y se le erizó el vello de detrás de las orejas. Fue suficiente para que, cerrados los ojos, volviera a escuchar los exactamente veinte pasos que había desde la cocina a los dormitorios en la casa en la que pasó su infancia. Entonces el sonido acompasado del roce del talón de su bota izquierda con las baldosas del suelo cesaba, y podía oír con claridad a través de la puerta cerrada la fricción metálica de la hebilla del cinturón pasando a duras penas por las trabillas del pantalón. Solía respirar hondo un par de veces antes de decidir si entraba en su cuarto o en el de al lado. 

     Antes de volverse, con el sobre del expediente a entregar en la mano, sintió, igual que entonces, la rigidez en las mandíbulas, en las piernas, y el río caliente que ya le bajaba por las rodillas.

8 comentarios:

  1. Espectacular e inquientante relato. Como siempre, sabes dejarme impaciente por la próxima terapia. Besos

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    1. Gracias Montse, como siempre, tu impaciencia es ánimo para mí.

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  2. Una vez más, tanto en el pre como en el post, Bocados de cruda Realidad. Gracias Mila!
    Y, por cierto, grata sorpresa la celeridad (jejeje) de esta Terapia!

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    1. Gracias Ro por disfrutar con la Terapia. Sí, las más de las veces la realidad está realmente cruda, a nosotros nos corresponde cocinarla para poder digerirla. Aprecio la grata sorpresa, casi siempre viene impregnada con olor a sonrisa.

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  3. Gracias por estos momentazos de terapia, me encanta no perdérmelos. Sigue invitándome que ya estoy enganchada. Un beso!!!

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    1. Gracias Mamen, tu enganche sí que es un momentazo, y un honor. Besos.

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  4. Me ha encantado este número extra de su-nuestra Terapia. Y no contenta con el regalo inesperado, va Mila y nos ofrece una reflexión certera y un relato fruto de la genialidad. No deja usted de sorprenderme gratamente, muy gratamente.

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    1. Gracias Marcos, por encantarse con los extras y con los ordinarios. Las gratas sorpresas a veces nos aguardan en las personas más inesperadas, en los sitios más inusuales. Lo suyo es disfrutarlas de la mejor manera que uno sabe. Gracias por dejarse.

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