sábado, 16 de abril de 2016

Enemigo necesario



     Hay, quien necesita un contrario para respirar. Un adversario aguerrido y entregado que le mantenga alerta, vivaz.

     Un muro contra el que estallar los puños de ira o de impotencia, un motivo, un rival al que odiar y respetar. 

     Ese contrincante constante al que enfrentarse con tesón y encono, el que alimenta el corazón guerrero , inasequible a la paz.

    Hay, quien jamás admite la derrota, quien nunca claudicará de sus empeños, quien odiará hasta la muerte a ese portador de sangre totalmente irreconciliable con la propia. Ese antagonista eterno que dé un razón para luchar, tan devastador, tan necesario.

     Hay, quien a falta de compañero, permanece agazapado ,inane, hasta que el destino le proporcione otro cuerpo a quien detestar.



SUPERVIVENCIA

     En su cubículo, se muestra apática, adormilada, lenta. Se desplaza con desgana hacia los sitios necesarios. Comida. Agua. Pis. Sigue sus rutinas con parsimonia.

    Es dócil, trabajadora, tenaz. A veces levanta los ojos hacia la luz central del techo y observa atenta, como si esperara un cambio, una señal. Al momento vuelve a centrarse y se afana en terminar.

     Al final de día se acerca sigilosa al cristal, apoya la frente cansada, parece, incluso, que fuese a llorar. 

    Cada cierto tiempo, se  introduce un agente externo. Al principio lo observa, lo estudia con tranquilidad. Después se acerca, se comunica, se perfila en sus ojos un brillo diferente, incluso tiene más movilidad. A las semanas, ya le puede la experiencia: toma ventaja, lo enseña, lo acompaña, lo cuida. Rebosa energía, emprende, trajina, redobla la tarea, disfruta. Se esfuerza, frenética , voraz.

    Sin embargo, pasada la novedad, lo que era entusiasmo es lastre. Lo aparta, lo evita, le pesa, le cansa, la atosiga, la agobia. No tarda: se abalanza, lo avasalla, lo anula, le ataca, lo masacra, lo devora.

    Usado el juguete se encoje, se apaga, se diría presa de una astenia vital. Vuelve pronto a sus rutinas: teje, mira por el cristal.

    ¿Su última compañera? Se llamaba Inés. Dos meses. Se fue.

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