“No deseo que tengan poder sobre los hombres, sino
sobre sí mismas”
Mary Wollstonecraft
No somos iguales. Ni siquiera la evidencia física basta para sacar a
algunos de su empecinamiento en la tabula rasa. No son iguales ni nuestro
cuerpo ni nuestras mentes, acaso nuestras almas en tanto que humanas, poco más.
Solo con nuestra diferencia esencial creamos, seguimos adelante como especie,
evolucionamos a través del tiempo. Ser iguales se antoja tarea difícil si no
imposible, aspiremos pues a la equivalencia.
A veces me
pregunto si se resolverá alguna vez esta guerra inútil, o será algo endémico. Un atávico gen del que no nos podemos desprender por mucho que evolucionamos. No es cuestión de enumerar las
víctimas, ni de reducir a meras cifras la diferencia entre la política de
Igualdad y sus resultados. No es cuestión de relatar cada una de las
circunstancias que a diario nos recuerdan que por mucho que la ley lo diga, de
facto no lo somos. Es cuestión de volver a decir, hasta que se nos canse el Ser
de agotamiento, que somos Equivalentes.
Que tenemos el mismo valor, y que es una
pena inmensa que tengamos que seguir gritando para recordarlo, y no solo estos
días, por la triste efemérides, sino
cada segundo de nuestras vidas.
Y
es justo decir que se me inundan los ojos de rabia solo de tener que hacerlo.
Porque sé de lo que hablo, y no hablo de oídas. Está en la educación que demos
a nuestros hijos la horma de este zapato, pero para eso primero tenemos que
saberlo nosotras mismas. Tenemos que saber que otro orden de cosas es posible
en lo privado y en lo público y que es una vergüenza y una tristeza para todo
el género humano que mueran mujeres por serlo, y que no seamos capaces de
resolverlo.
Viven para siempre en mi biblioteca tantos
nombres de mujer que por querer mencionarlos todos puedo olvidar alguno, y no
quiero. Y viven no solo grandes
escritoras, sino también magníficos personajes femeninos escritos por hombres.
Hay luchadoras, cobardes, señoras, criadas, madres, hijas, esposas, cortesanas,
soldados, amantes, religiosas, descreídas, libres y esclavas, putas y santas.
Las hay malas y buenas, viejas y jóvenes, guapas y feas, fuertes y débiles.
Creo que también habrá aproximadamente la misma cantidad y variedad de
personajes masculinos, o no. No lo sé.
No creo que exista una diferencia
si yo no la pienso a priori. Cuando leo un libro no tiene mucho que ver
con que su autor sea hombre o mujer, o su protagonista lo sea.
Una
querida amiga me pregunto un día por qué, en mis relatos, mato mujeres. ¿A sí? -Le dije-, no me había fijado, no te
preocupes que si quieres empiezo a matar hombres. Creo que desde entonces he matado unos
cuantos, o no. Si alguien se anima que los cuente.
PERDÓN
Lloró. Se arrodilló a sus pies y le besó los tobillos, el empeine. Le cogió las manos y apretándolas con fuerza imploró perdón. La miró a los ojos desencajados y le dijo una y otra vez que era la mujer de su vida, la única, su amor. Sólo unos minutos antes, a Adela había dejado de manarle la sangre del agujero del disparo, y una mancha negruzca empezaba a solidificarse en el borde de la alfombra, justo debajo de la pata del sofá donde cayó de espaldas. Todavía no se oían las sirenas de la policía.
PERDÓN
Lloró. Se arrodilló a sus pies y le besó los tobillos, el empeine. Le cogió las manos y apretándolas con fuerza imploró perdón. La miró a los ojos desencajados y le dijo una y otra vez que era la mujer de su vida, la única, su amor. Sólo unos minutos antes, a Adela había dejado de manarle la sangre del agujero del disparo, y una mancha negruzca empezaba a solidificarse en el borde de la alfombra, justo debajo de la pata del sofá donde cayó de espaldas. Todavía no se oían las sirenas de la policía.
Soy de la idea de que cada vez que haya una efeméride de este tipo, no hará más que acentuar las diferencias..., pienso que no todos podemos ser iguales, pues ya los dedos de la mano no lo son... veo que no soy la única.... Estas palabras envuelven el pensamiento de muchos, pero con la diferencia de saber transmitirlo a los demás con el don de palabra que tú tienes. Un abrazo
ResponderEliminarMary,muchísimas gracias por leerme y por hacer comentarios.Hay cosas que siempre hay que recordar para que nunca se lleguen a repetir, porque aunque parezca mentira, este mundo tiene mucho de cíclico, y los misterios de la memoria colectiva son muchos. El 8 de marzo se conmemora la muerte de 129 mujeres abrasadas en una fabrica donde se encerraron pidiendo mejoras laborales. El incendio ocurrió en 1908 en una fábrica textil de Nueva York, provocado por el propio dueño que no aceptó la huelga y cerró las puertas, prendió fuego y las dejo morir quemadas vivas. Otra cosa es para lo que se utilice hoy en día, que puede ser, como bien dices, para acentuar las diferencias entre hombres y mujeres. Aquí seguimos muchas para intentar que no sea así, a diario.
EliminarEnhorabuena, Mila. No sabría decirte que´me gusta más, tu refelxió o ese relato de perdón
ResponderEliminarGracias Manuel, tu criterio, tu palabra es una guía para mi. Me ayudas a seguir. Gracias. Gracias. Me muero de impaciencia por leer El guacamayo rojo. Estoy segura de que voy a disfrutarlo mucho.
EliminarNo me gusta un mundo de iguales, siempre me han atraído más los diferentes.
ResponderEliminarUna vez más, gracias por regalarnos estas joyas en forma de escritura. Continuo mi impaciencia esperando el siguiente.
Besos.
Coincido contigo Marcos, en el mundo de diferentes. Desde siempre me ha parecido aburrido que todos seamos iguales, y es una coletilla que todo el que me conoce sabe que utilizo a menudo. Me gusta aprender de otros que no son iguales, para crecer. Gracias, gracias,gracias por tus comentarios. Me ayudas a llegar al siguiente con tu impaciencia.
EliminarOle Mila! Qué me gusta cuando te pones negra!
ResponderEliminarEste comentario tuyo, propicia el siguiente post... qué poder de convicción, qué estupendo cuando ves que hay quien piensa que la terapia es fructífera. Gracias Antonio.
Eliminar