Tuve suerte. Esta vez, a quien quiera que le tocara repartir las almas, hizo bien su trabajo. La segunda mitad europea del siglo XX no estaba mal, y el Sur de un país como este no resultó la peor elección. Me mandó a un sitio peculiar, eso sí, y me tocó cuerpo de mujer, que no era precisamente lo que menos sufrimiento podía causarme, pero en compensación, me dio la Luz.
La Luz, sin la que no se ven las sombras. Ese regalo divino y envenenado del que nunca puedes zafarte. Un privilegio hermoso y un desasosiego constante. El destello de brillo en el ojo, la sonrisa de anticipación del placer. Qué distinto hubiese sido todo si no la tuvieras. Pero esa luz también lleva una condena: la amargura eterna que supone no poder olvidar lo suficiente.
DOÑA ISABEL
Sabía que no estaba muerto por la casualidad que había supuesto que alguien mencionara su nombre en una cena, y porque aún la acechaba en sueños. No podía ser que alguien que ya no estuviera entre los vivos la amara aún con ese ímpetu en las noches de calor ciego.
Desde que había llegado a esta ciudad tenía la sensación extraña de que iba a encontrárselo en cada esquina, y se le erizaba el vello del cogote cuando creía intuirlo unos pasos detrás. No sabía bien por qué después de tantos años su nombre se le venía al pensamiento con tanta frecuencia, y los flashes de aquellos años la asaltaban ahora sin remedio en medio de cualquier cosa. Todos, hasta el episodio que le dejó moratones de meses y la sed por siempre de no volver a verlo. Sería la edad -se decía-. Dicen que al pasar el tiempo uno se da la vuelta, y empieza a recordar hasta lo más recóndito de su memoria. Eso, o que iba a ser verdad lo de las almas. Fuera o no, lo que era seguro es que si había vuelto, esta vez era para matarla.
Espectacular a la vez que inquientante. Es estremecedor cada vez que se despierta tu lado más "oscuro". Besos. Impaciencia por el próximo.
ResponderEliminarSon tus ojos los que ven lo espectacular, gracias por enfocarlos hacia la Terapia.
EliminarMe encanta el tema, espero que tu alma siga siendo de escritora para toda la eternidad y todas las vidas que nos queden por vivir juntas.
ResponderEliminarGracias Minia, por pedir deseos tan hermosos, y que las dos los veamos.
EliminarComo dice Montserrat, ininquietante y estremecedor, la oscuridad sale a la "luz".
ResponderEliminarGracias por leerme y comentarme, Rubén. Sin luz, no hay nada, solo vacío.
EliminarPensé que era relato de luz y me llevaste directa a las sombras. Sensacional. Fue un buen plan de domingo. Ya conozco la impaciencia de esperar el próximo. Espero que no cierres por vacaciones.
ResponderEliminarGracias Ro, por tu gusto e impaciencia. Tranquila, esa es una de las ventajas o inconvenientes. No se puede cerrar aunque se quiera. Si se cierra la puerta, sale por la ventana.
EliminarDomingo de dolor de cabeza y babucha. Paseos hacia la nevera y hacia ninguna parte. El ordenador comienza su rutina y aparece la Terapia. Te sobrecoge y te paraliza, y cuando lees el final aparece la genialidad de quien escribe con una Luz especial. La zozobra aparece ante la impaciente espera de la próxima Terapia.
ResponderEliminarP.D; Felicidades Mila, lo bordas.
Como el agua fresca de la nevera en un domingo caluroso. Así es la tuya. Gracias Marcos, hasta por la zozobra.
EliminarSobrecogedor. ¡Ay mi cogote!
ResponderEliminarSobre cogedor. ¡Ay mi cogote!
ResponderEliminarGracias Manuel,un honor que no te pase desapercibido. No me caben las gracias.
EliminarUna vez más, al final se te eriza no solo el cogote, todo el cuerpo.
ResponderEliminarGracias Carmen, sé de tu gusto por mis finales, y encantada.
EliminarLos progresos terapéuticos son evidentes, aunque para ello te cebes con la pobre Isabelita...jejeje. Enhorabuena por tu entrada y saludos
ResponderEliminarLa evidencia es vuestro cariño, vital esencia de la Terapia. Gracias siempre.
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