jueves, 2 de enero de 2014

Detrás del Zumbayllu

"El canto del zumbayllu se internaba en el oído, avivaba en la memoria la imagen de los ríos, 
de los árboles negros que cuelgan en las paredes de los abismos." 
José María Arguedas. Los ríos profundos.

             El Zumbayllu es una peonza de colores con agujeros. Cuando se baila produce un sonido que simboliza los sueños, la libertad; una espiral expansiva en constante renovación, la fuerza de una revolución de deliciosa locura. 
            ¿Quién, con mi historial, no se enamoraría de esa imagen? Caí rendida a los pies del zumbayllu nada más encontrarlo en la novela y a falta de destreza para los nombres bien sonantes, elegantes y con misterio, me escondí detrás de la enigmática palabreja. Me escondí, literalmente: fue mi pseudónimo durante mucho tiempo.
            Detrás del zumbayllu están muchas historias que, a falta de técnica, eran todo pasión. Borbotones de lágrimas o risas incontroladas derramándose por los renglones sin contención ni moderación alguna. La mayoría todavía andan en el disco duro de algún ordenador, o garabateadas en las hojas de cualquier libreta que encontrara a mano.
            Esta, que se me viene a la mente en este post de nostalgia, que para eso estamos en año recién estrenado, tuvo más suerte, y se publicó en un volumen junto con otros relatos de reducido formato  que recuerdo con alegría, pues los organizadores del certamen lo presentaron en una fiesta, y el microcuento fue dramatizado en el escenario. No cupe en mí de gozo.
           
              EL TIEMPO
           "...Fue como si de repente, a un reloj perfectamente sincronizado, se le pararan de golpe todas las piezas. Y sonó. Sonó un frenazo agudo, chirriante, y se escuchó como si todos los resortes aguantaran estirándose hasta el máximo para luego saltar disparados. Pude oírlo. También pude verlo, primero como en esos documentales en los que te enseñan las entrañas de cualquier maquinaria, y luego como en los dibujos animados cuando por exceso de aceleración a un personaje le estallan los muelles. En términos más físicos, la sangre corría a galope tendido sin saber muy bien hacia dónde y el corazón se salía por la boca; una lágrima, osadamente, se asomó al ojo izquierdo, pero se ve que se asustó, y no llegó a tirarse de cabeza. Luego, ya más calmada, me pareció de un presuntuoso en grado sumo que tu visita tuviera algo que ver conmigo. Recogí mis piezas y me las guardé en el bolsillo. Menos mal, porque a lo mejor podrías haber tropezado con alguna de ellas al pasar por mi lado como si nunca hubiéramos sido quienes fuimos"

Publicado en Los vicios solitarios, Ed. Igriega, Noviembre 2003

              Tiempo después aprendí que las lágrimas ni se tiran de cabeza ni se suicidan, cosa que me ha ayudado muchísimo en mis evoluciones posteriores, pero me hizo perder la inocencia.

4 comentarios:

  1. Las lágrimas ni se tiran de cabeza ni se suicidan, me encanta esta metáfora.

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  2. El deposito de las lagrimas se llena de sentimientos, por eso se salen buscando libertad.

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