domingo, 1 de junio de 2014

Rabia

       No consigo dominar la rabia. Esa rabia contenida de la que me hablaba el psicólogo que disfruta con Poe.      
          Lo intenté con el yoga. Lo he intentado con gimnasios, bailes, kárate, taichí, drogas. Nada. Tras largos períodos en los que parezco en calma, dócil, domesticada, la rabia vuelve a surgir, tenaz, implacable.
          Con la rabia no se nace. Esa cólera es inoculada. Es un virus silente, ciego. La herida, al principio, ni la notas.  Ni sabes que la llevas dentro.
          Es solo mirando hacia atrás cuando la ves. Cuando observas un delirio hiperactivo, cuando respiras la ansiedad, cuando no hay otra salida que la violencia. Entonces, y solo entonces, es cuando abominas de las aguas mansas, y solo te quedan ganas de atacar, morder y destrozar. Cuando nunca te sangrarán los nudillos lo suficiente como para saciarte.
          No hay guerrero tan  fuerte. Santa Quiteria me ampare: No hay cura para este mal.      
             Otro botón de muestra:


                     MUERTO
       
                 - Ana, D. Miguel ha muerto.
            Al otro lado del teléfono la voz de su madre suena rota, compungida de dolor. Apenas parece la suya, ahogada en lágrimas como tiene la garganta. Le cuenta que ha sido en la noche, sin dolor, Gracias a Dios.
         - Niña, tú sabes D. Miguel fue el mejor señor que podíamos tener, no sé que hubiera sido de nosotros sin él. Qué pena, qué pena , Dios mío, ¿por qué siempre se van los mejores? Por supuesto que todo está dispuesto para que puedas venir al entierro. Con lo que él te quería, que te dejaba estar en la casa grande como si fueras otra más de sus hijas, y cómo le gustaba que le leyeras. Que Dios lo tenga en su Santa Gloria. Es lo menos que puedes hacer. La señorita Elisa ya me ha dicho que te va a hacer una transferencia para que puedas comprar el billete.
             Ana cierra los ojos y visualiza con desgana el aeropuerto, el avión,  el entierro, el pueblo.
           - Claro que sí, mamá, ahora mismo me pongo y busco el primer vuelo. Dame el móvil  de Elisa. Quédate tranquila, que llegaré a tiempo.
            No hay un gesto de dolor. Solo  un atisbo de tristeza, una mueca de asco por no haber tenido nunca suficiente valor para haber matado al puto viejo con sus propias manos, mientras le repetía  al oído:
             - No te muevas. Y no vayas a contárselo a nadie.

14 comentarios:

  1. Tus escritos nunca defraudan Mila :)

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    1. Gracias María, nadie es infalible, y nunca es mucho tiempo.

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  2. Dicen que admitir lo que uno tiene es el principio de toda cura; verás si al final esta terapia nos va a dar resultado. Seguro que Ana va a comprobar si el viejo está muerto de verdad. Yo, como tantas veces he escuchado, bailaría sobre su tumba.

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  3. Bravo Mila! Desde que la madre adoraba al viejo se me estaba encogiendo el corazón.

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  4. Marcos Martínez2 de junio de 2014, 4:24

    Una vez más hay que rendirse a la evidencia, y van... Es un placer entrar en esta Terapia y ver como despiertas los sentidos. El relato no se puede modular mejor para llegar a lo sublime, y el final : "No te muevas. Y no vayas a contárselo a nadie", una nueva genialidad.
    Mila, la impaciencia por la próxima Terapia me envuelve, no me tardes.

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    1. Gracias Marcos. Rendida, yo. Mis murallas, papel al viento,las lleva envueltas tu impaciencia.También he visto pasar volando la evidencia y lo sublime.

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  5. Puto viejo, Mila. Gracias pro tus relatos

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    1. Gracias a ti, Manuel, siempre y por supuesto. Por leerlos, por apreciarlos, y por tantas otras cosas.

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  6. Este relato parece un espejo, genial.

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  7. Querida, a veces, me confundes; no sé si estudiantes las Letras o la Psicología. Sencillamente genial. Tienes un don muy especial para describir las miserias humanas. Impaciente estoy por que llegue la siguiente terapia. Me tienes intrigada.
    Mi beso para ti, Mila.

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    1. Gracias Katia. Me llena de responsabilidad satisfacer intrigas. Soy más bien de carácter reservado a las mareas. Otro beso para ti.

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  8. Aunque yo también intento deshacerme de la rabia , a veces, como tú, la veo tan necesaria.

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