domingo, 11 de enero de 2015

Corazones de invierno



     Dicen que los nacidos en enero son fríos, distantes, esquivos. Dicen, que el gélido soplo del primer aliento que respiran en el exterior les regala en don de la sangre fría.



     Dicen que, apadrinados por el invierno, y ocultos a la luz de sol, siembran su entendimiento de oscuridades y devienen en físicos, médicos, astrónomos, vanguardistas, literatos... peligrosos intelectuales.

     Dicen que, diferentes, y atados a un mundo que está por venir, se ocultan, frioleros eternos, tras gorros y bufandas; otras pieles que los resguarden de la primera brisa, gafas que cuiden sus ojos glaucos de la luz.

     Lo que no dicen, es que, habiendo nacido en el frío, hace falta un corazón ardiente para sobrevivir. 

     Lo que no dicen , es que, ateridos eternos, buscan con ansia el calor en los ojos ajenos, en el abrazo tierno, en palabras forjadas con verdad. 

     Lo que no dicen es que, a veces, hasta el tósigo ardor de la guerra les parece mejor que la indiferencia, helada y mortal.



FRíO

      A Jonás Berniel se le heló el corazón de un soplo, como quien apaga la tenue llama de una vela con un golpe de viento cuando escuchó cómo Adela se despedía, y se quedó atado al asiento, incapaz de pronunciar palabra. 

     Nadie escuchó, cómo unos minutos antes, Adela, con frialdad precisa, le explicó cómo se alegraba de que la carta que le había escrito la hubieran devuelto. Tantos años escribiéndole cartas de amor, y ahora esta, tan importante, y tan meditada, se la devuelve el correo. Así, remató, tenía la oportunidad de decirle en persona que ya no le quería, al final el tema de hacerlo por carta se le había revelado quizá un poco cruel. Le deseaba, eso sí, toda la suerte del mundo, y por supuesto seguirían siendo amigos si él así lo quería.

     Entonces ella se levantó como un resorte de la gélida silla de metal del café del centro, llevando, sin advertirlo, el corazón de Jonás chorreante, en una mano, en la otra el cigarrillo recién encendido al comenzar, apresurada, la marcha, sin dudar de que fuera a seguirla.

     Jonás, comprendió con estupor, cuando apretó los dientes y se levantó en silencio, que aun si tuviera que contar los muertos, nadie iba a quitarle las ganas de amarla. 
     Al día siguiente compró la escopeta.

13 comentarios:

  1. Una introducción es muy interesante, sobre todo, viniendo d alguien nacida en Enero, Jejeje. Echaba d menos a Adela, y esa manera tuya d derramar sangre pero sin manchar nada, ni a nadie. Besos.

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    1. Gracias Montse, por tu dedicación y tus comentarios. Lo de enero, ya ves, asientos de primera fila. Lo de Adela...no será a Isabela?

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  2. Un Terapia que te deja helado. Espectacular como siempre, y lo de "el corazón de Jonás chorreante, en una mano..." es genial, me cautiva.
    Me quedo con mi habitual dosis de impaciencia esperando la próxima.

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    1. Querido Marcos: Siempre es espectacular saberte impaciente de terapia. Soy yo la cautivada en este caso, agradecida y feliz de tus siempre geniales comentarios.

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  3. Magnífico, Mila. Si hubieras nacido neoyorquina serías hoy una diosa del cuento.

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    1. Gracias Manuel,pero nací en Morón,y desde las escasas cuartas que levanto del suelo contemplo maravillada tu grandeza, cual rascacielo, y la vista sí que es magnífica.

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    2. Creo que voy a quedarme en duende...jejeje

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  4. Sensacional, magnifico, hermoso, insuperable!! que bien escribes, chiquilla!!!

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    1. Gracias querida Katia, no sé qué decir ante tal derroche de adjetivos,salvo que yo ecuentro lo sensacional y magnífico en que lo leas y disfrutes, y que no me canso de darte las gracias.

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  5. Como siempre, capaz de hacer que la impaciencia hasta la próxima sesión se instaure en nosotros.

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  6. ¡ Qué bonito escribes, Mila !
    Para nada se te siente fría y distante. Literata sí, eso sí, y mucho y muy buena.

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    1. Muchísimas gracias Antonia, por tu comentario y aprecio. Eso es lo que da calorcito.

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