domingo, 18 de octubre de 2015

Olvidos

            
     A menudo, olvidamos que hay algo más poderoso que nosotros, algo que no podemos controlar y que queda fuera del alcance arrasador del hombre. No todo lo que existe bajo el sol es susceptible de que, transformado por la mano humana, mejore, es más, hay cosas que tocadas por nuestros dedos empeoran mucho. Quizá, deberíamos recordar con más frecuencia que la naturaleza no está a nuestro servicio, y que es infinitamente transformadora, potente y ciega a nuestra ínfima presencia.

    Así mismo, se nos pierde de la memoria que no hemos conseguido aún borrar de nuestra esencia el animal que somos; que, cazadores, y aun en el plácido primer mundo, enchaquetados, letrados, y prósperos, fijamos la vista hambrientos, perseguimos la presa babeantes, atrapamos, torturamos y matamos. No hablemos del placer que da comerla a dentelladas secas. 

     A veces parece que no tiene más aliciente esta vida anodina que nos mantiene lejos de la selva, que jugar a que lo es, y reproducirla al pie. 




TRECE

     Con la nueva incorporación éramos, ya, a mi parecer, demasiados bajo el mismo techo: Trece. 

     Se notaba ya al comenzar el día, cuando había que darse prisa para encontrar el sitio deseado a la hora del desayuno. Se alteraban los puestos, y a mí , que siempre me había gustado mantener la rutina, respetar el orden, y la situación de privilegio ganada a lo largo de duros años de trabajo, me tocaba cambiar de hábitos, caber a menos. 

     En las horas de más ajetreo, resultaba difícil hacerse un hueco a la carrera por el pasillo sin soltar los codos y golpear al más cercano, sin importar si era más alto o más fuerte, calculando exactamente el sitio más blando, para hacer el daño justo que le frenara un momento y así poder avanzar en pos del objetivo, desoyendo los gritos de protesta o el dolor en las espinillas.

    Ni siquiera tenía descanso por la noche, soportando la promesa de que un día no muy lejano, y ya adaptado, tendría su propio espacio, que mientras tanto a mí me tocaba hacerle compañía.

   Uno más es uno más, y no cabe en el mismo sitio que otros doce, como de manera insulsa nos repetían una y otra vez en esas horas de discursos alienantes a las que llamaban clases, para hacernos creer que nada había cambiado.

    No voy a negar que me alegré cuando apareció descoyuntado en el ojopatio. Que era mi hermano sólo lo decía un papel mojado que guardaban con celo los abogados.

9 comentarios:

  1. Domingo lluvioso. Nada mejor que una buena dosis de Terapia. Genial Mila, como siempre.

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    1. Lo que es genial es tener siempre tu comentario al pie, como quien da la mano, como quien presta el hombro. Gracias Marcos, nunca suficientes.

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  2. Y de pronto se asoma Miguel Hernández a tu prosa, a dentelladas secas, para recordarnos que todavía tenemos que hablar de muchas cosas. Arriba la terapia.

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    1. Nos queda toda la vida, Antonio, a mí, para agradecer tu cariño, a ti, para que hablemos de lo que tu quieras, Miguel Hernández de por medio o no. No es raro que se cuele, esculpido como llevo ese poema en los centros.

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    1. Sin palabras, Manuel, cuando a ti te basta una para hacerme feliz. Gracias.

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  4. Tu descripción del ser humano me hace dudar a veces si perteneces al campo de la lengüística o de la psique. Genial.

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  5. Tu descripción del ser humano me hace dudar a veces si perteneces al campo de la lengüística o de la psique. Genial.

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    1. Gracias Katia, un honor viniendo de ti, terapeuta.Un beso.

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